/ martes 21 de septiembre de 2021

De La Tolerancia

Se define a la tolerancia como “la capacidad de aceptar ideas, preferencias o comportamientos de las demás personas”, el planteamiento del concepto surge en Francia a finales del siglo XVI, se origina a partir de las guerras de la religión entre católicos y protestantes.

La tolerancia, es una virtud, la virtud es la fuerza que actúa, es potencia, es una forma de ser, es lo que le hace humano, es hacer el bien; así la describe André Comte-Sponville, al referirse a las grandes virtudes en su pequeño tratado, en el que menciona, un conjunto de virtudes: la urbanidad, fidelidad, prudencia, templanza, valentía, justicia, generosidad, compasión, misericordia, gratitud, humildad, sencillez, pureza, mansedumbre, buena fe, humor, amor y tolerancia.

Comte-Sponville, sugiere que tolerar, es aceptar lo que podríamos condenar, es permitir lo que podríamos impedir o combatir. Es pues, renunciar a una parte de nuestro poder, de nuestra fuerza, de nuestra ira. Del mismo modo en que se tolera el capricho de un niño o la posición de un adversario. Si tolerar es aceptar, entonces debiéramos intentar identificar, el punto de ponderación para convivir armónica y pacíficamente; es decir, comprenderse en todo espacio donde interactuámos como personas (en lo público, privado y social).

Tolerar, es la posibilidad de aceptación entre diferentes e iguales. El ser tolerante, no solo se practica, se debe exteriorizar entre diferente y pares (iguales o con sentido de pertenencia). Contrario sensu, intolerancia, causa animadversión, conflicto, desanimo, encono, desestabilidad emocional, enfermedad mental o desequilibrio espiritual, improductividad. Ningún espacio físico o presencial de relaciones humanas, está exento de acciones intransigentes, Incluso en el seno de una familia que une el vínculo consanguíneo, existen contrastes familiares entre integrantes, (esposo o esposa, hijas, hijos, hermanas, hermanos, personas de la tercera edad y otros miembros que convivan en el espacio familiar), podemos encontrar desacuerdo.

Que decir de los agrupados (también, iguales y diferentes), que comparten espacios laborales, donde se desarrollan actividades de oficio y/o profesión, en donde es evidente, posibles discrepancias por diversos sentidos o motivos: por origen étnico o nacional, por el lugar de nacimiento o de vecindad, por el género, por edad, por discapacidad, por condición social o de salud, por religión, por opiniones, por preferencias sexuales, por el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana. Ni son mínimas, las disconformidades que emanan del quehacer público, en esas relaciones entre gobernantes y gobernados o representantes populares con representados (pueblo). Manifiestamente, no están libres de actitudes intolerante, las relaciones que se suscitan en las organizaciones políticas con sus militantes, simpatizantes o ciudadanos en lo general.

En lo social, los desacuerdos en que se evidencia la poca o nula voluntad de aceptación. Tácitamente, en espacios donde en apariencia existe empatía e identidad interpersonal, aún se trate de espacios de socialización informal, donde compartimos alguna actividad grupal de carácter lúdica, deportiva, de ocio o simplemente, donde sentimos o creemos, que existe amistad; no son pocas las ocasiones en la que nuestra interacción por tradición cultural, histórica o de circunstancia, no es tolerada (aceptada), independientemente del grado o magnitud del contraste de opiniones, ideas, preferencias o comportamientos.

Tolerar, es entonces, aceptar a quien discrepa, quien esté desacuerdo, quien se oponga a nuestros sentires, predilecciones o conductas por razones de índole ideológica, política o religiosa. Adela Cortina, sugiere que debemos ser tolerantes hasta con los intolerantes; sostiene que “cooperar en más inteligente que generar conflictos”.

Agredir, abalanzarse o rechazar a una persona (s), sea por origen nacional o estatal (en cualquier parte del territorio nacional), por su participación política y ciudadana, por sus opiniones, por su asociación o agrupación en temas políticos o de civismo, o cual quiera otro derecho fundamental previsto en nuestro marco jurídico constitucional, actualiza una violación a la dignidad y derechos humanos reconocidos en el último párrafo del artículo primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, incluso, para los efectos referidos, se prevé como obligación de toda autoridad, proteger y garantizar los derechos humanos de las personas.

El planteamiento obligado… ¿somos tolerantes?, ¿Aceptamos ideas, pensamientos, opiniones o preferencias en lo político, ideológico o religioso en espacios donde interactuámos con nuestros iguales o diferentes?

¡Quienes quieren imponer autoritariamente una idea como verdad absoluta, prueban su intolerancia!

“Filosofar es pensar sin pruebas, pero no pensar en cualquier cosa, ni de cualquier forma”. André Comte-Sponville

Se define a la tolerancia como “la capacidad de aceptar ideas, preferencias o comportamientos de las demás personas”, el planteamiento del concepto surge en Francia a finales del siglo XVI, se origina a partir de las guerras de la religión entre católicos y protestantes.

La tolerancia, es una virtud, la virtud es la fuerza que actúa, es potencia, es una forma de ser, es lo que le hace humano, es hacer el bien; así la describe André Comte-Sponville, al referirse a las grandes virtudes en su pequeño tratado, en el que menciona, un conjunto de virtudes: la urbanidad, fidelidad, prudencia, templanza, valentía, justicia, generosidad, compasión, misericordia, gratitud, humildad, sencillez, pureza, mansedumbre, buena fe, humor, amor y tolerancia.

Comte-Sponville, sugiere que tolerar, es aceptar lo que podríamos condenar, es permitir lo que podríamos impedir o combatir. Es pues, renunciar a una parte de nuestro poder, de nuestra fuerza, de nuestra ira. Del mismo modo en que se tolera el capricho de un niño o la posición de un adversario. Si tolerar es aceptar, entonces debiéramos intentar identificar, el punto de ponderación para convivir armónica y pacíficamente; es decir, comprenderse en todo espacio donde interactuámos como personas (en lo público, privado y social).

Tolerar, es la posibilidad de aceptación entre diferentes e iguales. El ser tolerante, no solo se practica, se debe exteriorizar entre diferente y pares (iguales o con sentido de pertenencia). Contrario sensu, intolerancia, causa animadversión, conflicto, desanimo, encono, desestabilidad emocional, enfermedad mental o desequilibrio espiritual, improductividad. Ningún espacio físico o presencial de relaciones humanas, está exento de acciones intransigentes, Incluso en el seno de una familia que une el vínculo consanguíneo, existen contrastes familiares entre integrantes, (esposo o esposa, hijas, hijos, hermanas, hermanos, personas de la tercera edad y otros miembros que convivan en el espacio familiar), podemos encontrar desacuerdo.

Que decir de los agrupados (también, iguales y diferentes), que comparten espacios laborales, donde se desarrollan actividades de oficio y/o profesión, en donde es evidente, posibles discrepancias por diversos sentidos o motivos: por origen étnico o nacional, por el lugar de nacimiento o de vecindad, por el género, por edad, por discapacidad, por condición social o de salud, por religión, por opiniones, por preferencias sexuales, por el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana. Ni son mínimas, las disconformidades que emanan del quehacer público, en esas relaciones entre gobernantes y gobernados o representantes populares con representados (pueblo). Manifiestamente, no están libres de actitudes intolerante, las relaciones que se suscitan en las organizaciones políticas con sus militantes, simpatizantes o ciudadanos en lo general.

En lo social, los desacuerdos en que se evidencia la poca o nula voluntad de aceptación. Tácitamente, en espacios donde en apariencia existe empatía e identidad interpersonal, aún se trate de espacios de socialización informal, donde compartimos alguna actividad grupal de carácter lúdica, deportiva, de ocio o simplemente, donde sentimos o creemos, que existe amistad; no son pocas las ocasiones en la que nuestra interacción por tradición cultural, histórica o de circunstancia, no es tolerada (aceptada), independientemente del grado o magnitud del contraste de opiniones, ideas, preferencias o comportamientos.

Tolerar, es entonces, aceptar a quien discrepa, quien esté desacuerdo, quien se oponga a nuestros sentires, predilecciones o conductas por razones de índole ideológica, política o religiosa. Adela Cortina, sugiere que debemos ser tolerantes hasta con los intolerantes; sostiene que “cooperar en más inteligente que generar conflictos”.

Agredir, abalanzarse o rechazar a una persona (s), sea por origen nacional o estatal (en cualquier parte del territorio nacional), por su participación política y ciudadana, por sus opiniones, por su asociación o agrupación en temas políticos o de civismo, o cual quiera otro derecho fundamental previsto en nuestro marco jurídico constitucional, actualiza una violación a la dignidad y derechos humanos reconocidos en el último párrafo del artículo primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, incluso, para los efectos referidos, se prevé como obligación de toda autoridad, proteger y garantizar los derechos humanos de las personas.

El planteamiento obligado… ¿somos tolerantes?, ¿Aceptamos ideas, pensamientos, opiniones o preferencias en lo político, ideológico o religioso en espacios donde interactuámos con nuestros iguales o diferentes?

¡Quienes quieren imponer autoritariamente una idea como verdad absoluta, prueban su intolerancia!

“Filosofar es pensar sin pruebas, pero no pensar en cualquier cosa, ni de cualquier forma”. André Comte-Sponville