/ martes 17 de mayo de 2022

De Educando a Preceptor

El quince de mayo, fue decretado desde 1917 por Venustiano Carranza para honrar a los docentes y educadores en México, quienes han sido fundamentales para generar vínculos, valores en la vida familiar y social para la construcción comunitaria en la cohesión social.

Desde la creación de la SEP, con al primer secretario José Vasconcelos en 1921 hasta nuestros días, indudablemente la instrucción educativa ha estado vinculada al desarrollo y transformación económica, política y social de nuestro país.

Como no recordar el impulso a la campaña de alfabetización promovida por Jaime Torres Bodet, para enseñar a leer y escribir a los analfabetos que a mediados del siglo XX alcanzaba casi el 50% en la población mayor a seis años.

Vasconcelos consideraba que la educación debe ser la principal reivindicación social del pueblo mexicano.

Otros de los momentos de mayor trascendencia en materia educativa, se registra en 1929, con el vasconcelismo que crecía en tamaño e intensidad, a esta expresión política y literaria se le atribuye haber promovido la autonomía universitaria de la que hoy en día gozamos.

Bien lo refiere Pedro Castro en su ensayo, por cierto, aún vigente “un sistema educativo que mucho le debía a José Vasconcelos instruía a la juventud en el ideario de la democracia, la libertad, la igualdad, y la construcción de un país distinto”.

Debo admitir que, en etapas previas de mi vida, habría soñado o imaginado siquiera impartir clase aun fueran, de los primeros grados de instrucción educativa previsto en el sistema nacional de la educación.

Próximo a cumplir un cuarto de siglo, desde la primera ocasión en que estuve frente a grupo de universitarios, para intentar enseñar de lo que había aprendido y preparado, pero sobre todo en un intento de imitar aquellos insuperables profesores que habían pasado por las aulas en las que recibí instrucción educativa, soy más consciente de lo trascendente que ha sido, tener la oportunidad disfrutar los momentos más gratificantes en el desarrollo profesional, sin la menor duda, la docencia.

Recodaba aquellos profesores o profesoras que en los primeros niveles de educación me dejaron enseñanzas inolvidables, con amplia gama del carácter o formas muy suigéneris de enseñar, desde las y los educadores que no permitían el mínimo de vacilación a su autoridad (enérgicos y rectos), hasta los comprensivos y accesibles (sensitivos, también rectos).

Algunos recuerdos de mi paso por la primaria -por cierto, no muy claros, definitivamente atravesaba un trance de reciente duelo apenas terminaba el segundo grado de primaria cuando mamá falleció-, seguirán siendo, los mejores recuerdos de la infancia.

Aunque en secundaria se cursa la mitad de tiempo dedicado a la primaria, tengo recuerdos también gratos, profesores a quienes aprendí lo mejor de una etapa difícil (la adolescencia), tapa de la rebeldía, en la que se adolece no solo de lo físico (debido a los cambios), sino lo psicológico y lo sentimental (emocional).

Al finalizar el siglo pasado, se registran mis primeras experiencias en la práctica docente, se podría decir que somos docentes del presente milenio.

Recuerdo que, por aquellos tiempos en que ingrese a la planta docente de la UAZ, evaluaba una comisión mixta de admisión y promoción de personal docente de la UAZ bipartita, la integraban por una parte, representes del Sindicato de Personal Académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas y por la otra, la propia rectoría de la UAZ.

Por esta ocasión, con motivo del “día del maestro” decidí narrar algunas líneas de recuerdos equiparando mi experiencia como educando, versus la docencia. La instrucción recibida equivale a una mayoría de edad: seis de primaria, tres de secundaria, dos en preparatoria, cinco en universidad, dos de maestría y tres más en el programa de doctorado.

Dieciocho son los años de aprendizaje; en tanto que, de mentor, se han acumulado más de dos décadas. La experiencia docente única e indescriptible en pocas líneas, es una fortaleza humana y de recreación espiritual, de las más importantes que he experimentado.

Escuchar testimonios de ex alumnos, con los que te transmiten la satisfacción de haber aprendido y mostrar gratificación por los momentos de enseñanza, es invaluable, es un homenaje que eleva la satisfacción de haber cumplido y de alta estima para el profesor.

Mas de dos décadas en la actividad docente, serán insuficientes como muestra de correspondencia de aquellos años extraordinarios en los que recibí de mis profesores lo mejor de sus orientaciones y formación educativa.

¡Sin duda, seguiré en deuda!

Retomo la frase recurrentemente usada en una de las experiencias más preciadas en mi desarrollo profesional como rector de la Universidad Politécnica de Aguascalientes.

¡Educación…valores que transforman!

P.D. Felicidades a las y los maestros en su día.

El quince de mayo, fue decretado desde 1917 por Venustiano Carranza para honrar a los docentes y educadores en México, quienes han sido fundamentales para generar vínculos, valores en la vida familiar y social para la construcción comunitaria en la cohesión social.

Desde la creación de la SEP, con al primer secretario José Vasconcelos en 1921 hasta nuestros días, indudablemente la instrucción educativa ha estado vinculada al desarrollo y transformación económica, política y social de nuestro país.

Como no recordar el impulso a la campaña de alfabetización promovida por Jaime Torres Bodet, para enseñar a leer y escribir a los analfabetos que a mediados del siglo XX alcanzaba casi el 50% en la población mayor a seis años.

Vasconcelos consideraba que la educación debe ser la principal reivindicación social del pueblo mexicano.

Otros de los momentos de mayor trascendencia en materia educativa, se registra en 1929, con el vasconcelismo que crecía en tamaño e intensidad, a esta expresión política y literaria se le atribuye haber promovido la autonomía universitaria de la que hoy en día gozamos.

Bien lo refiere Pedro Castro en su ensayo, por cierto, aún vigente “un sistema educativo que mucho le debía a José Vasconcelos instruía a la juventud en el ideario de la democracia, la libertad, la igualdad, y la construcción de un país distinto”.

Debo admitir que, en etapas previas de mi vida, habría soñado o imaginado siquiera impartir clase aun fueran, de los primeros grados de instrucción educativa previsto en el sistema nacional de la educación.

Próximo a cumplir un cuarto de siglo, desde la primera ocasión en que estuve frente a grupo de universitarios, para intentar enseñar de lo que había aprendido y preparado, pero sobre todo en un intento de imitar aquellos insuperables profesores que habían pasado por las aulas en las que recibí instrucción educativa, soy más consciente de lo trascendente que ha sido, tener la oportunidad disfrutar los momentos más gratificantes en el desarrollo profesional, sin la menor duda, la docencia.

Recodaba aquellos profesores o profesoras que en los primeros niveles de educación me dejaron enseñanzas inolvidables, con amplia gama del carácter o formas muy suigéneris de enseñar, desde las y los educadores que no permitían el mínimo de vacilación a su autoridad (enérgicos y rectos), hasta los comprensivos y accesibles (sensitivos, también rectos).

Algunos recuerdos de mi paso por la primaria -por cierto, no muy claros, definitivamente atravesaba un trance de reciente duelo apenas terminaba el segundo grado de primaria cuando mamá falleció-, seguirán siendo, los mejores recuerdos de la infancia.

Aunque en secundaria se cursa la mitad de tiempo dedicado a la primaria, tengo recuerdos también gratos, profesores a quienes aprendí lo mejor de una etapa difícil (la adolescencia), tapa de la rebeldía, en la que se adolece no solo de lo físico (debido a los cambios), sino lo psicológico y lo sentimental (emocional).

Al finalizar el siglo pasado, se registran mis primeras experiencias en la práctica docente, se podría decir que somos docentes del presente milenio.

Recuerdo que, por aquellos tiempos en que ingrese a la planta docente de la UAZ, evaluaba una comisión mixta de admisión y promoción de personal docente de la UAZ bipartita, la integraban por una parte, representes del Sindicato de Personal Académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas y por la otra, la propia rectoría de la UAZ.

Por esta ocasión, con motivo del “día del maestro” decidí narrar algunas líneas de recuerdos equiparando mi experiencia como educando, versus la docencia. La instrucción recibida equivale a una mayoría de edad: seis de primaria, tres de secundaria, dos en preparatoria, cinco en universidad, dos de maestría y tres más en el programa de doctorado.

Dieciocho son los años de aprendizaje; en tanto que, de mentor, se han acumulado más de dos décadas. La experiencia docente única e indescriptible en pocas líneas, es una fortaleza humana y de recreación espiritual, de las más importantes que he experimentado.

Escuchar testimonios de ex alumnos, con los que te transmiten la satisfacción de haber aprendido y mostrar gratificación por los momentos de enseñanza, es invaluable, es un homenaje que eleva la satisfacción de haber cumplido y de alta estima para el profesor.

Mas de dos décadas en la actividad docente, serán insuficientes como muestra de correspondencia de aquellos años extraordinarios en los que recibí de mis profesores lo mejor de sus orientaciones y formación educativa.

¡Sin duda, seguiré en deuda!

Retomo la frase recurrentemente usada en una de las experiencias más preciadas en mi desarrollo profesional como rector de la Universidad Politécnica de Aguascalientes.

¡Educación…valores que transforman!

P.D. Felicidades a las y los maestros en su día.