/ domingo 11 de octubre de 2020

CUARTO DE JUNTO | Economía: caos y preocupación

Hace una semana nos llegó una pésima noticia. Como usted sabe, Morena y sus aliados en el Congreso de la Unión decidieron desaparecer los fideicomisos, 109, que juntos sumaban la friolera de aproximadamente 68 mil millones de pesos. Los fideicomisos, seguramente con muchos de ellos impregnados de corrupción, cosa habitual en nuestro país, cuyos malos manejos no eximen a ninguno de los partidos políticos, (a ninguno, ni siquiera al partido ahora en el poder, que ya venía con malas mañas y parece que va rompiendo récord) eran un instrumento a todas luces mucho más eficaz y salvable que dotaba a los estados y a la federación propia de recursos que servían para atender desastres naturales, también servían para financiar proyectos científicos, artísticos, como por ejemplo la realización de películas y cortos mexicanos, y hasta para atender amenazas contra periodistas. Como es normal, bastó la orden de López Obrador para todos sus pupilos para que, la Secretaría de Hacienda, absorba desde ahora esa cantidad inmensa de dinero y se maneje a placer y a capricho del Ejecutivo. Mala cosa. Porque ya sabemos que cuando esto sucede, la transparencia brilla por su ausencia y también porque, “casualmente”, se ha dado el paso cuando nos encontramos en pleno año electoral, tema nada menor si comenzamos de “malpensados”, tratando de intuir qué se va a hacer con ese dinero, de qué manera se va utilizar y a cambio de qué. Seguramente, usted amable lector, que ronda entre los 40 y 60 años de edad, ha tenido la sensación de que, aquellos tiempos rancios, oscuros, de presidentes cuasi virreinales, han regresado. Y llegaron para quedarse, al menos, por otros cuatro años.

El problema, más allá del nefasto recuerdo que nos llega, es que las decisiones que se han ido tomando en materia económica desde la llegada de López Obrador han ido mermando las finanzas de nuestro país de manera sostenida, emitiendo señales preocupantes debido al caos que se ha ido desarrollando, y cuyas decisiones presidenciales han ido tomando un notable ingrediente de revancha y de rencor en su persona, (aunque muchos ya lo sabíamos desde hace muchísimo tiempo, basta darle una revisada a sus discursos cuando aún estaba del lado opositor, o el esperpento de discurso que dio cuando, según él, “rindió” protesta como “Presidente alterno”, o algo así) que hacen que muchas veces ya ni siquiera parecieran decisiones pensadas, machacadas, razonadas o propias de un convencimiento absoluto, sino más bien decisiones tomadas por simple revanchismo político, en muchos de los casos, hasta personal, con las correspondientes afectaciones no solo para los momentos aciagos que estamos viviendo debido a la crisis sanitaria, sino para el futuro a cortísimo plazo para el país.

El ritmo de la recuperación ha sido verdaderamente lento y pausado. Y ha sido así porque no se tomaron las decisiones no solamente correctas y necesarias, sino obligatorias, cuando se debieron haber tomado. Los apoyos a los microempresarios fueron realmente pírricos, totalmente insuficientes para dotar a cualquier empresa, por pequeña que fuera, de los instrumentos y recursos necesarios para mantenerse con vida. Pero hay algo que, en estas últimas semanas y días, comienza a preocupar bastante y son las finanzas públicas, tanto municipales como estatales, ya de por sí extremadamente vulnerables debido, en muchos casos, a malos manejos de funcionarios desleales y poco honestos, además de la falta de creatividad e innovación en las mismas autoridades para incrementar los niveles de recaudación suficientes. Hace unos días, el gobernador Martín Orozco, hizo una declaración que pone los “pelos de punta”: “Ya se me acabaron los ahorros”, dijo, cuando comentaba sobre las acciones jurídicas que emprenderán los gobernadores que integran la Asociación Centro Bajío Occidente para lograr rescatar algo sobre los fideicomisos perdidos.

Un plan que parece no sólo congruente, sino lógico y consecuente. Los gobiernos estatales, que incrementaron o redireccionaron su gasto para atender la pandemia, han sido los más perjudicados. Han caído en déficit en muchas de las áreas que componen la estructura pública, y su situación presupuestaria se ha tornado alarmante, lo que se traduce en automático en menos inversión en obra pública, por ejemplo, que ha sido una de las estrategias principales que ha accionado este gobierno y cuyo resultado es que ha colocado a Aguascalientes, junto con Nuevo León, como las entidades que más han trabajado la urbanización en todo México.

El panorama económico, en resumen, es poco alentador y requerirá de la creatividad, del trabajo fuerte, duro, no solo de los gobiernos sino de la ciudadanía en general para empujar a nuestra ciudad, a nuestro estado y a nuestro país hacia adelante. A pesar de las ocurrencias del “peje”.

Hace una semana nos llegó una pésima noticia. Como usted sabe, Morena y sus aliados en el Congreso de la Unión decidieron desaparecer los fideicomisos, 109, que juntos sumaban la friolera de aproximadamente 68 mil millones de pesos. Los fideicomisos, seguramente con muchos de ellos impregnados de corrupción, cosa habitual en nuestro país, cuyos malos manejos no eximen a ninguno de los partidos políticos, (a ninguno, ni siquiera al partido ahora en el poder, que ya venía con malas mañas y parece que va rompiendo récord) eran un instrumento a todas luces mucho más eficaz y salvable que dotaba a los estados y a la federación propia de recursos que servían para atender desastres naturales, también servían para financiar proyectos científicos, artísticos, como por ejemplo la realización de películas y cortos mexicanos, y hasta para atender amenazas contra periodistas. Como es normal, bastó la orden de López Obrador para todos sus pupilos para que, la Secretaría de Hacienda, absorba desde ahora esa cantidad inmensa de dinero y se maneje a placer y a capricho del Ejecutivo. Mala cosa. Porque ya sabemos que cuando esto sucede, la transparencia brilla por su ausencia y también porque, “casualmente”, se ha dado el paso cuando nos encontramos en pleno año electoral, tema nada menor si comenzamos de “malpensados”, tratando de intuir qué se va a hacer con ese dinero, de qué manera se va utilizar y a cambio de qué. Seguramente, usted amable lector, que ronda entre los 40 y 60 años de edad, ha tenido la sensación de que, aquellos tiempos rancios, oscuros, de presidentes cuasi virreinales, han regresado. Y llegaron para quedarse, al menos, por otros cuatro años.

El problema, más allá del nefasto recuerdo que nos llega, es que las decisiones que se han ido tomando en materia económica desde la llegada de López Obrador han ido mermando las finanzas de nuestro país de manera sostenida, emitiendo señales preocupantes debido al caos que se ha ido desarrollando, y cuyas decisiones presidenciales han ido tomando un notable ingrediente de revancha y de rencor en su persona, (aunque muchos ya lo sabíamos desde hace muchísimo tiempo, basta darle una revisada a sus discursos cuando aún estaba del lado opositor, o el esperpento de discurso que dio cuando, según él, “rindió” protesta como “Presidente alterno”, o algo así) que hacen que muchas veces ya ni siquiera parecieran decisiones pensadas, machacadas, razonadas o propias de un convencimiento absoluto, sino más bien decisiones tomadas por simple revanchismo político, en muchos de los casos, hasta personal, con las correspondientes afectaciones no solo para los momentos aciagos que estamos viviendo debido a la crisis sanitaria, sino para el futuro a cortísimo plazo para el país.

El ritmo de la recuperación ha sido verdaderamente lento y pausado. Y ha sido así porque no se tomaron las decisiones no solamente correctas y necesarias, sino obligatorias, cuando se debieron haber tomado. Los apoyos a los microempresarios fueron realmente pírricos, totalmente insuficientes para dotar a cualquier empresa, por pequeña que fuera, de los instrumentos y recursos necesarios para mantenerse con vida. Pero hay algo que, en estas últimas semanas y días, comienza a preocupar bastante y son las finanzas públicas, tanto municipales como estatales, ya de por sí extremadamente vulnerables debido, en muchos casos, a malos manejos de funcionarios desleales y poco honestos, además de la falta de creatividad e innovación en las mismas autoridades para incrementar los niveles de recaudación suficientes. Hace unos días, el gobernador Martín Orozco, hizo una declaración que pone los “pelos de punta”: “Ya se me acabaron los ahorros”, dijo, cuando comentaba sobre las acciones jurídicas que emprenderán los gobernadores que integran la Asociación Centro Bajío Occidente para lograr rescatar algo sobre los fideicomisos perdidos.

Un plan que parece no sólo congruente, sino lógico y consecuente. Los gobiernos estatales, que incrementaron o redireccionaron su gasto para atender la pandemia, han sido los más perjudicados. Han caído en déficit en muchas de las áreas que componen la estructura pública, y su situación presupuestaria se ha tornado alarmante, lo que se traduce en automático en menos inversión en obra pública, por ejemplo, que ha sido una de las estrategias principales que ha accionado este gobierno y cuyo resultado es que ha colocado a Aguascalientes, junto con Nuevo León, como las entidades que más han trabajado la urbanización en todo México.

El panorama económico, en resumen, es poco alentador y requerirá de la creatividad, del trabajo fuerte, duro, no solo de los gobiernos sino de la ciudadanía en general para empujar a nuestra ciudad, a nuestro estado y a nuestro país hacia adelante. A pesar de las ocurrencias del “peje”.

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