/ martes 20 de octubre de 2020

CUARTO DE JUNTO | Citibanamex: la pesadilla

Nada más nefasto y desagradable que un mal servicio de un banco. Lo normal, sería, que una institución a la que has depositado tu confianza para contratar algunos productos y/o servicios, te ofreciera, al menos, un buen trato. Ya no digamos amable, dejémoslo en normal, para no pedirle “perlas a la virgen”. Pero en la realidad ocurre todo lo contrario. Porque lo de menos es que, como sucede en cualquiera otra empresa, pueda llegarse a presentar algún inconveniente. Digamos que pocas se salvan de ofrecerte un servicio impoluto. Pero resulta que pasa, vas, te acercas, lo platicas, en su caso lo negocias, y se resuelve. Punto. Pero cuando se suceden una serie de problemas seguidos, digamos frecuentes, y resulta que acudes al banco, (claro que vas con toda la disponibilidad y la buena vibra para resolver el mal asunto), llegas…y pum! comienza el calvario. Ya ni te digo cuando pasa lo que pasa en tiempos de pandemia: hasta hace poco, era para irte a formar, mínimo, desde las 7 de la mañana para que te tocara turno y pudieras resolver cualquier asunto. Y lo que pareciera un asunto menor, casi casi de mero trámite, se convierte en un vendaval de dificultades que te quitan, literalmente, tiempo, dinero y esfuerzo. Así, como diría el clásico.

Anécdotas, seguramente, hay miles. Todos conocemos a alguien que ha pasado las de “canutas” por un mal servicio bancario, suponemos. Pero ahora nos ha tocado. Todo comenzó cuando te clonan una tarjeta. Bueno: primero llamas al banco, pero resulta que como todavía están restringiendo los servicios telefónicos por la infame pandemia, pues terminas yendo, por instrucciones, por supuesto, de una grabación, quien es quien te da instrucciones. Bien. Te formas, te dan tu papelito del turno, y pues la mejor idea es que te vayas a hacer una buena cantidad de pendientes porque resulta que te va a tocar que te atiendan, más o menos, como a las 2 de la tarde. Y eso que el papelito te lo han entregado desde las 9 de la mañana. Okay, regresas. Para entrar te avientas otros 20 minutos, formado afuera del banco, porque pues, claro, van retrasados en la atención de los turnos. Por fin entras, ya adentro, pues aguántate otros 40 minutos, porque en servicio al cliente sólo atienden…dos personas. Por fin te toca, resuelves el tema después de explicarle a detalle tu asunto, pero ya se te fueron otros 30 minutos. Sales por fin de la sucursal. Y ahora, toma aire, porque tienes que esperar otra semanita para regresar por la reposición de tu tarjeta. Y regresando, pues tienes que volver a repetir el “show macabro”. En fin, una dificultad por una irresponsabilidad no tuya, sino del banco, te absorbe, entre una cosa y otra, unos 10 días, y en tiempo, fácil, unas 20 horas. Horrendo.

Pero la cosa, por maldita desgracia, no termina ahí. Tras la andanza, llegaría la madre de “todas las batallas”. Resulta que un día, llega a casa un escrito en donde, este banco, te informa, así, súbitamente, que por así convenir a sus intereses, todas tus cuentas, servicios o productos que tengas contratado con ellos se termina por así “convenir a sus intereses”. Lo primero que piensas es: “bueno, si alguna vez incumpliste con un pago, pues te aguantas”. No te digo varias veces. Pero resulta que no. Digamos, uno trata de cumplir al pie del cañón las exigencias del banco. Como debe de ser, por supuesto. Nada más eso faltaba. Y regresa el “viacrucis”. Llamadas. Muchas. Si eres suertudo, pues alguien te contesta a la primera. Si no, allá como hasta el cuarto o quinto intento. Les preguntas motivos y razones de la decisión tomada. Pues nada. Solo porque así “convino a sus intereses”. Y te aguantas.

Te llenas de ánimo para ir a la sucursal. Ni modo. Vas, y pura pérdida de tiempo: te dicen exactamente lo mismo. Pero peor, porque el gerente, en este caso el de la sucursal de Américas, pareciera que no ha dormido, porque con cara de modorro, y de mala manera, termina por comunicarte lo antes dicho.

Correcto. No es que se vaya a acabar el mundo. El tema es que, primero, ha sido una decisión unilateral del banco. Después, no te dan absolutamente razonamiento alguno. Y para acabarla de joder, después de que te han quitado todo el tiempo del mundo, te atienden de manera déspota y prepotente.

Conclusión: De este banco no quieres volver a saber nada.

Nada más nefasto y desagradable que un mal servicio de un banco. Lo normal, sería, que una institución a la que has depositado tu confianza para contratar algunos productos y/o servicios, te ofreciera, al menos, un buen trato. Ya no digamos amable, dejémoslo en normal, para no pedirle “perlas a la virgen”. Pero en la realidad ocurre todo lo contrario. Porque lo de menos es que, como sucede en cualquiera otra empresa, pueda llegarse a presentar algún inconveniente. Digamos que pocas se salvan de ofrecerte un servicio impoluto. Pero resulta que pasa, vas, te acercas, lo platicas, en su caso lo negocias, y se resuelve. Punto. Pero cuando se suceden una serie de problemas seguidos, digamos frecuentes, y resulta que acudes al banco, (claro que vas con toda la disponibilidad y la buena vibra para resolver el mal asunto), llegas…y pum! comienza el calvario. Ya ni te digo cuando pasa lo que pasa en tiempos de pandemia: hasta hace poco, era para irte a formar, mínimo, desde las 7 de la mañana para que te tocara turno y pudieras resolver cualquier asunto. Y lo que pareciera un asunto menor, casi casi de mero trámite, se convierte en un vendaval de dificultades que te quitan, literalmente, tiempo, dinero y esfuerzo. Así, como diría el clásico.

Anécdotas, seguramente, hay miles. Todos conocemos a alguien que ha pasado las de “canutas” por un mal servicio bancario, suponemos. Pero ahora nos ha tocado. Todo comenzó cuando te clonan una tarjeta. Bueno: primero llamas al banco, pero resulta que como todavía están restringiendo los servicios telefónicos por la infame pandemia, pues terminas yendo, por instrucciones, por supuesto, de una grabación, quien es quien te da instrucciones. Bien. Te formas, te dan tu papelito del turno, y pues la mejor idea es que te vayas a hacer una buena cantidad de pendientes porque resulta que te va a tocar que te atiendan, más o menos, como a las 2 de la tarde. Y eso que el papelito te lo han entregado desde las 9 de la mañana. Okay, regresas. Para entrar te avientas otros 20 minutos, formado afuera del banco, porque pues, claro, van retrasados en la atención de los turnos. Por fin entras, ya adentro, pues aguántate otros 40 minutos, porque en servicio al cliente sólo atienden…dos personas. Por fin te toca, resuelves el tema después de explicarle a detalle tu asunto, pero ya se te fueron otros 30 minutos. Sales por fin de la sucursal. Y ahora, toma aire, porque tienes que esperar otra semanita para regresar por la reposición de tu tarjeta. Y regresando, pues tienes que volver a repetir el “show macabro”. En fin, una dificultad por una irresponsabilidad no tuya, sino del banco, te absorbe, entre una cosa y otra, unos 10 días, y en tiempo, fácil, unas 20 horas. Horrendo.

Pero la cosa, por maldita desgracia, no termina ahí. Tras la andanza, llegaría la madre de “todas las batallas”. Resulta que un día, llega a casa un escrito en donde, este banco, te informa, así, súbitamente, que por así convenir a sus intereses, todas tus cuentas, servicios o productos que tengas contratado con ellos se termina por así “convenir a sus intereses”. Lo primero que piensas es: “bueno, si alguna vez incumpliste con un pago, pues te aguantas”. No te digo varias veces. Pero resulta que no. Digamos, uno trata de cumplir al pie del cañón las exigencias del banco. Como debe de ser, por supuesto. Nada más eso faltaba. Y regresa el “viacrucis”. Llamadas. Muchas. Si eres suertudo, pues alguien te contesta a la primera. Si no, allá como hasta el cuarto o quinto intento. Les preguntas motivos y razones de la decisión tomada. Pues nada. Solo porque así “convino a sus intereses”. Y te aguantas.

Te llenas de ánimo para ir a la sucursal. Ni modo. Vas, y pura pérdida de tiempo: te dicen exactamente lo mismo. Pero peor, porque el gerente, en este caso el de la sucursal de Américas, pareciera que no ha dormido, porque con cara de modorro, y de mala manera, termina por comunicarte lo antes dicho.

Correcto. No es que se vaya a acabar el mundo. El tema es que, primero, ha sido una decisión unilateral del banco. Después, no te dan absolutamente razonamiento alguno. Y para acabarla de joder, después de que te han quitado todo el tiempo del mundo, te atienden de manera déspota y prepotente.

Conclusión: De este banco no quieres volver a saber nada.

ÚLTIMASCOLUMNAS
martes 20 de octubre de 2020

CUARTO DE JUNTO | Citibanamex: la pesadilla

Nada más nefasto y desagradable que un mal servicio de un banco

Miguel Ángel Martínez

domingo 11 de octubre de 2020

CUARTO DE JUNTO | Economía: caos y preocupación

Hace una semana nos llegó una pésima noticia

Miguel Ángel Martínez

lunes 05 de octubre de 2020

CUARTO DE JUNTO | Mucho pasado, poco futuro

La economía se resiste a levantarse; si bien se ha comenzado a dinamizar en los últimos dos meses, para nada ha sido suficiente

Miguel Ángel Martínez

domingo 27 de septiembre de 2020

CUARTO DE JUNTO | Que todo salga mal, ¿ok?

Algo que llama mucho la atención es la organización y presentación de un evento diferente, original, que pocas veces, por desgracia, son presentados aquí en la ciudad, a pesar de que, Aguascalientes, es eminentemente receptivo a este tipo de acontecimientos

Miguel Ángel Martínez

martes 22 de septiembre de 2020

CUARTO DE JUNTO | Dos años

Dos años le faltan a la actual administración encabezada por el gobernador Orozco y se viene lo bueno

Miguel Ángel Martínez