/ martes 16 de noviembre de 2021

Capacidad de organización

Con el inicio de una etapa política en nuestra nación que se gestó a partir del primero de diciembre de 2018, la actividad política de una ciudadanía más involucrada en asuntos públicos sigue en aumento, el momento del que hemos sido testigos y hasta cierto punto protagonistas muchos mexicanos, deja claro que, cuando de cambios o transformaciones se ha tratado en nuestro país (véase las tres anteriores transformaciones de México), se requiere de una capacidad de acción: primero, para lograr los intentos de renovación y; segundo, para mantener el estado de cosas de lo pretendido (cambio). Esa organización, sin duda, podrá sostenerse a partir de la capacidad activista y participativa de la ciudadanía. Anthony Giddens, en su obra que lleva como título la tercera vía, sugiere que “En todos los intentos de renovación política surge la cuestión de la organización”, refiriéndose a partidos socialdemócratas que comenzaron su vida pública originalmente como movimientos sociales; tal cual, se ha presentado en la nación, el movimiento de regeneración nacional.

En nuestro país, previo al inicio del régimen soberano que hoy vivimos en proceso de transición, se ha venido organizando -por más de dos décadas- con el propósito de lograr una renovación política. Al igual que en otras naciones y otros tiempos que registra la historia, el movimiento social, que venimos impulsando millones de mexicanos, ha sido a través de movimiento de regeneración nacional. Dicho movimiento, se sigue anteponiendo a las crisis ideológicas por la que siguen atravesando los partidos políticos tradicionales (PAN, PRI, PRD); sin embargo, en este gran movimiento social y pacifico (el más grande del México moderno), es de mayor trascendencia, la capacidad de acción del pueblo para organizarse, fue producto de un sentimiento social, de una sociedad mutilada por gobiernos de las últimas administraciones neoliberales.

Hemos iniciado un régimen de gobierno soberano, con el que se pretende democratizar la vida pública del país, así como la participación directa -no solo de representación- de la ciudadanía; así también, mediante derechos previstos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, tales como, iniciar leyes, ser votada en condiciones de paridad, solicitar el derecho de registrarse a candidaturas, asociarse individual y libremente en asuntos políticos del país, votar en consultas populares, participar en los proceso de revocación de mandato, entre otros.

Por lo expuesto, es innegable que, vivimos momentos inmejorables para mantener el movimiento social que dio origen al despertar de un México habido de esperanza. Las reformas a nuestro máximo pacto social (CPEUM) en materia de justicia social, impulsadas por la presente administración, han llevado para que la esperanza de muchos mexicanos, hoy sea una realidad. Importante resaltar que las desigualdades heredadas de administraciones pasadas (periodo neoliberal), siguen amenazando la cohesión social, además tiene otras consecuencias socialmente indeseables que han venido incrementando, como es: el desempleo y la alta tasa de criminalidad.

Hoy, los mexicanos tenemos un reto mayúsculo, el cual estaría exento de alterar nuestra vida ordinaria; al contrario, la fortalece, ese reto se llama UNIDAD-ORGANIZACIÓN-MOVILIZACIÓN.

Se ha sentado un precedente para la democratización política e iniciado una nueva oportunidad de participación ciudadana en decisiones políticas del estado. Por eso, se ha intensificado el propósito de unificar a nuestra nación a través de ejercicios democráticos y de participación como en renglones arriba hemos mencionado. La organización permanente de la ciudadanía, es un componente insustituible en la vida democrática. Los movimientos sociales, como el que se sigue formando en México, son clave para la vida democrática de un país como el nuestro.

Si bien es cierto, estamos a pocos días de cumplir tres años de iniciado un periodo de transformación (4T), debemos estar conscientes de que, aún, nos encontramos en proceso de consolidación. A mitad de camino, como lo advierte AMLO en la obra de su autoría, -vale la pena hacer una reflexión franciscana o estar en sueños- “valorando las potencialidades y los vastos recursos naturales. Reflexionando sobre los obstáculos para el desarrollo y el bienestar de la población, aquilatando la grandeza cultural de México y recogiendo los sentimientos de la gente en todos los pueblos y regiones del país”. Eso se logra con un pueblo organizado, como se establece en los estatutos que regulan dicho movimiento social.

La reorganización de la estructura de un movimiento social, será necesaria a mitad de camino de una administración soberana (del pueblo y para el pueblo); pero, también lo será en cualquier etapa que lo demande un pueblo organizado en su lucha permanente por la justicia social.

Con el inicio de una etapa política en nuestra nación que se gestó a partir del primero de diciembre de 2018, la actividad política de una ciudadanía más involucrada en asuntos públicos sigue en aumento, el momento del que hemos sido testigos y hasta cierto punto protagonistas muchos mexicanos, deja claro que, cuando de cambios o transformaciones se ha tratado en nuestro país (véase las tres anteriores transformaciones de México), se requiere de una capacidad de acción: primero, para lograr los intentos de renovación y; segundo, para mantener el estado de cosas de lo pretendido (cambio). Esa organización, sin duda, podrá sostenerse a partir de la capacidad activista y participativa de la ciudadanía. Anthony Giddens, en su obra que lleva como título la tercera vía, sugiere que “En todos los intentos de renovación política surge la cuestión de la organización”, refiriéndose a partidos socialdemócratas que comenzaron su vida pública originalmente como movimientos sociales; tal cual, se ha presentado en la nación, el movimiento de regeneración nacional.

En nuestro país, previo al inicio del régimen soberano que hoy vivimos en proceso de transición, se ha venido organizando -por más de dos décadas- con el propósito de lograr una renovación política. Al igual que en otras naciones y otros tiempos que registra la historia, el movimiento social, que venimos impulsando millones de mexicanos, ha sido a través de movimiento de regeneración nacional. Dicho movimiento, se sigue anteponiendo a las crisis ideológicas por la que siguen atravesando los partidos políticos tradicionales (PAN, PRI, PRD); sin embargo, en este gran movimiento social y pacifico (el más grande del México moderno), es de mayor trascendencia, la capacidad de acción del pueblo para organizarse, fue producto de un sentimiento social, de una sociedad mutilada por gobiernos de las últimas administraciones neoliberales.

Hemos iniciado un régimen de gobierno soberano, con el que se pretende democratizar la vida pública del país, así como la participación directa -no solo de representación- de la ciudadanía; así también, mediante derechos previstos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, tales como, iniciar leyes, ser votada en condiciones de paridad, solicitar el derecho de registrarse a candidaturas, asociarse individual y libremente en asuntos políticos del país, votar en consultas populares, participar en los proceso de revocación de mandato, entre otros.

Por lo expuesto, es innegable que, vivimos momentos inmejorables para mantener el movimiento social que dio origen al despertar de un México habido de esperanza. Las reformas a nuestro máximo pacto social (CPEUM) en materia de justicia social, impulsadas por la presente administración, han llevado para que la esperanza de muchos mexicanos, hoy sea una realidad. Importante resaltar que las desigualdades heredadas de administraciones pasadas (periodo neoliberal), siguen amenazando la cohesión social, además tiene otras consecuencias socialmente indeseables que han venido incrementando, como es: el desempleo y la alta tasa de criminalidad.

Hoy, los mexicanos tenemos un reto mayúsculo, el cual estaría exento de alterar nuestra vida ordinaria; al contrario, la fortalece, ese reto se llama UNIDAD-ORGANIZACIÓN-MOVILIZACIÓN.

Se ha sentado un precedente para la democratización política e iniciado una nueva oportunidad de participación ciudadana en decisiones políticas del estado. Por eso, se ha intensificado el propósito de unificar a nuestra nación a través de ejercicios democráticos y de participación como en renglones arriba hemos mencionado. La organización permanente de la ciudadanía, es un componente insustituible en la vida democrática. Los movimientos sociales, como el que se sigue formando en México, son clave para la vida democrática de un país como el nuestro.

Si bien es cierto, estamos a pocos días de cumplir tres años de iniciado un periodo de transformación (4T), debemos estar conscientes de que, aún, nos encontramos en proceso de consolidación. A mitad de camino, como lo advierte AMLO en la obra de su autoría, -vale la pena hacer una reflexión franciscana o estar en sueños- “valorando las potencialidades y los vastos recursos naturales. Reflexionando sobre los obstáculos para el desarrollo y el bienestar de la población, aquilatando la grandeza cultural de México y recogiendo los sentimientos de la gente en todos los pueblos y regiones del país”. Eso se logra con un pueblo organizado, como se establece en los estatutos que regulan dicho movimiento social.

La reorganización de la estructura de un movimiento social, será necesaria a mitad de camino de una administración soberana (del pueblo y para el pueblo); pero, también lo será en cualquier etapa que lo demande un pueblo organizado en su lucha permanente por la justicia social.