/ viernes 10 de junio de 2022

Café Fausto | Silvio en el Zócalo

Esta noche del viernes seguramente estaré en el Zócalo de la Ciudad de México escuchando el concierto de Silvio Rodríguez que no veía desde el 2013 cuando disfruté de la interpretación de sus canciones en vivo en el Auditorio Telmex de Guadalajara. Y es que lo confieso, admiro su obra como compositor, su propuesta artística y coincido con su postura ideológica.

Nacido en 1946 en la pequeña población de San Antonio de los Baños, muy cerca de La Habana, Cuba, Silvio Rodríguez Domínguez es sin duda uno de los muchos artistas, que son parte de la primera generación surgida después del triunfo de la Revolución Cubana, la anterior podría identificarla como la que acompañó a la transformación política en la isla con voces imperdibles como Roberto Fernández Retamar.

Como letrista, aunque entendido dentro del subgénero de la canción dentro de la lírica, puedo atreverme a asegurar que su poética es parte de una generación de poetas de su país como Luis Rogelio Nogueras y Víctor Casaus con los que compartió su primera etapa creativa.

Autocrítico del proceso revolucionario sin perder nunca su apoyo al proyecto de cambio a favor del pueblo, Silvio Rodríguez se inscribe en gran medida en esos artistas que crearon la narrativa de la Revolución dentro del arte en la isla siendo miembro fundador de la Nueva Trova Cubana con preparación musical lograda a través de maestros como el compositor y músico Leo Brower.

Desde la literatura, a Silvio Rodríguez se le pueden localizar influencias desde Lord Byron, César Vallejo, el soviético Vladimir Vladímir Mayakovski, y por supuesto el poeta comunista Rubén Martínez Villena que por cierto es de los pocos a los que les ha musicalizado poemas e impulsado un premio juvenil en la isla de musicalización con creadores de su país. Agrego en esa cercanía con los poetas de la generación del 27 de la guerra civil española.

Otras influencias en su labor como compositor son por supuesto las letras de los trovadores tradicionales de su país, especialmente con Sindo Garay, así como la música popular cubana.

En música está desde los compositores reconocidos de la llamada música clásica y contemporánea y por supuesto el rock y el folk rock, géneros que por la cerrazón de la burocracia cultural y política de la isla del primer periodo revolucionario eran mal vistos. Se suma por supuesto la canción popular latinoamericana, la canción protesta y el canto nuevo.

Supe de Silvio Rodríguez desde que era adolescente y mis primeros poemas tuvieron guiños sobre su obra, mi primer poemario publicado en 1992 se titula “Esperando abril” en referencia a su canción “Como esperando abril” incluida en su imperdible producción discográfica “Días y flores” y que en México se tituló “Playa Girón”.

Retomo que, como letrista pude acercarme a una lectura más atenta cuando tuve en 1989 la tercera edición del libro “Silvio: que levante la mano la guitarra” de Víctor Casaus y Luis Rogelio Nogueras producto de un increíble documental realizado sobre el cantautor por sus amigos. Luego llegarían a mis manos libros como “Silvio Rodríguez” de Clara Díaz y “Silvio Rodríguez. Canción Cubana”.

Sin embargo, en los libros en los que se puede reconocer más su aporte literario está en sus obras “Canciones del mar” realizado por Ediciones Ojalá en 1996 en el que reúne lo compuesto en su travesía en el barco pesquero Playa Girón entre 1969 y 1970, así como su más reciente libro“Cancionero” editado por Letras Cubanas en 2008. No es cosa menor que en la contraportada de esa obra cuente con un comentario del poeta Cintio Vitier, miembro de la emblemática generación Orígenes en la que también participó José Lezama Lima.

De la extensa discografía ni comento porque tiene más de un clásico con temas que ya son reconocibles hasta en el ámbito del mercado comercial de la música latinoamericana.

Escuchar, atender a las letras de Silvio Rodríguez es andar por los caminos de textos que van de la urgencia política, la poesía conversacional, al onirismo y el sentido intimista más profundo provocando siempre la reflexión sin perder la belleza y el sentido poético.

Desde esa no tan lejana adolescencia en que su obra musical contribuyó en mi gusto por la poesía y mi formación ideológica, lo he seguido a través de su discografía y lo he visto en concierto en al menos tres ocasiones, por eso asistir a este recital en el Zócalo para mi es un placer y una cita con mis personales orígenes de quien decidí ser y construirme, desde lo individual y desde lo colectivo.

Por eso estoy de fiesta personal con esta oportunidad y la comparto, como también invito a escuchar y conocer su obra, su evolución como creador desde sus inicios con el Grupo de Experimentación Sonora hasta ahora con su ensamble de músicos bien logrados y su reciente producción rescatada de aquellas grabaciones con el grupo Diákara. Disfruten de la obra de Silvio Rodríguez, es algo que vale la pena, ya les contaré del concierto.

Esta noche del viernes seguramente estaré en el Zócalo de la Ciudad de México escuchando el concierto de Silvio Rodríguez que no veía desde el 2013 cuando disfruté de la interpretación de sus canciones en vivo en el Auditorio Telmex de Guadalajara. Y es que lo confieso, admiro su obra como compositor, su propuesta artística y coincido con su postura ideológica.

Nacido en 1946 en la pequeña población de San Antonio de los Baños, muy cerca de La Habana, Cuba, Silvio Rodríguez Domínguez es sin duda uno de los muchos artistas, que son parte de la primera generación surgida después del triunfo de la Revolución Cubana, la anterior podría identificarla como la que acompañó a la transformación política en la isla con voces imperdibles como Roberto Fernández Retamar.

Como letrista, aunque entendido dentro del subgénero de la canción dentro de la lírica, puedo atreverme a asegurar que su poética es parte de una generación de poetas de su país como Luis Rogelio Nogueras y Víctor Casaus con los que compartió su primera etapa creativa.

Autocrítico del proceso revolucionario sin perder nunca su apoyo al proyecto de cambio a favor del pueblo, Silvio Rodríguez se inscribe en gran medida en esos artistas que crearon la narrativa de la Revolución dentro del arte en la isla siendo miembro fundador de la Nueva Trova Cubana con preparación musical lograda a través de maestros como el compositor y músico Leo Brower.

Desde la literatura, a Silvio Rodríguez se le pueden localizar influencias desde Lord Byron, César Vallejo, el soviético Vladimir Vladímir Mayakovski, y por supuesto el poeta comunista Rubén Martínez Villena que por cierto es de los pocos a los que les ha musicalizado poemas e impulsado un premio juvenil en la isla de musicalización con creadores de su país. Agrego en esa cercanía con los poetas de la generación del 27 de la guerra civil española.

Otras influencias en su labor como compositor son por supuesto las letras de los trovadores tradicionales de su país, especialmente con Sindo Garay, así como la música popular cubana.

En música está desde los compositores reconocidos de la llamada música clásica y contemporánea y por supuesto el rock y el folk rock, géneros que por la cerrazón de la burocracia cultural y política de la isla del primer periodo revolucionario eran mal vistos. Se suma por supuesto la canción popular latinoamericana, la canción protesta y el canto nuevo.

Supe de Silvio Rodríguez desde que era adolescente y mis primeros poemas tuvieron guiños sobre su obra, mi primer poemario publicado en 1992 se titula “Esperando abril” en referencia a su canción “Como esperando abril” incluida en su imperdible producción discográfica “Días y flores” y que en México se tituló “Playa Girón”.

Retomo que, como letrista pude acercarme a una lectura más atenta cuando tuve en 1989 la tercera edición del libro “Silvio: que levante la mano la guitarra” de Víctor Casaus y Luis Rogelio Nogueras producto de un increíble documental realizado sobre el cantautor por sus amigos. Luego llegarían a mis manos libros como “Silvio Rodríguez” de Clara Díaz y “Silvio Rodríguez. Canción Cubana”.

Sin embargo, en los libros en los que se puede reconocer más su aporte literario está en sus obras “Canciones del mar” realizado por Ediciones Ojalá en 1996 en el que reúne lo compuesto en su travesía en el barco pesquero Playa Girón entre 1969 y 1970, así como su más reciente libro“Cancionero” editado por Letras Cubanas en 2008. No es cosa menor que en la contraportada de esa obra cuente con un comentario del poeta Cintio Vitier, miembro de la emblemática generación Orígenes en la que también participó José Lezama Lima.

De la extensa discografía ni comento porque tiene más de un clásico con temas que ya son reconocibles hasta en el ámbito del mercado comercial de la música latinoamericana.

Escuchar, atender a las letras de Silvio Rodríguez es andar por los caminos de textos que van de la urgencia política, la poesía conversacional, al onirismo y el sentido intimista más profundo provocando siempre la reflexión sin perder la belleza y el sentido poético.

Desde esa no tan lejana adolescencia en que su obra musical contribuyó en mi gusto por la poesía y mi formación ideológica, lo he seguido a través de su discografía y lo he visto en concierto en al menos tres ocasiones, por eso asistir a este recital en el Zócalo para mi es un placer y una cita con mis personales orígenes de quien decidí ser y construirme, desde lo individual y desde lo colectivo.

Por eso estoy de fiesta personal con esta oportunidad y la comparto, como también invito a escuchar y conocer su obra, su evolución como creador desde sus inicios con el Grupo de Experimentación Sonora hasta ahora con su ensamble de músicos bien logrados y su reciente producción rescatada de aquellas grabaciones con el grupo Diákara. Disfruten de la obra de Silvio Rodríguez, es algo que vale la pena, ya les contaré del concierto.