/ viernes 3 de diciembre de 2021

Café Fausto | La epifanía de Juan Carlos

Considero que un poema debe tener entre sus principales características la honestidad del autor para mostrar su realidad y mostrarse a través del canto que debe de ser bello, estético, que de ser posible y así lo pienso, sea una revelación y una provocación para los lectores. Hacer un libro de poemas en el que se canta a la historia familiar no es nada fácil, es descubrirse ante sí y ante los demás, es una acción que permite al poeta reconocerse desde sus orígenes y su entorno.

Por eso celebro la publicación del libro “Cuaderno de la epifanía” de mi amigo poeta Juan Carlos Quiroz, editado por el Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura (IMAC) y presentado el domingo pasado en el marco de la 53 Feria del Libro de Aguascalientes realizada en el Museo Descubre de esta ciudad.

Juan Carlos Quiroz es mi amigo desde hace unas tres décadas, es un poeta aguascalentense con enorme talento, sencillez en el trato y una generosa vocación de formador de escritores a través de talleres de creación literaria que ha coordinado desde hace muchos años.

Entre sus obras publicadas recuerdo “Tauromaquia”, “Crónica de navegación (los demonios)”, “Versos para morir despacio”, “Adán y Eva”, “Elegía en azul” (en coautoría con Víctor Sandoval y Juan Gelman), así como “Parábola y Primer misterio”. Entre sus proyectos de poesía y grabado se destacan “Las violetas” (en coautoría con José Luis Cuevas), “Cariconella” (en coautoría con Leonel Maciel) y “Ciudad, ciudad, ciudad” (en coautoría con Paloma Torres), entre otros.

En “Cuaderno de epifanía”, el nuevo libro de poemas de Juan Carlos Quiroz, nos comparte en un poema de largo aliento dividido en varios cantos la historia de su familia, desde su bisabuelo, cuando se conocieron sus padres, así como la descripción de su entorno que es precisamente Aguascalientes.

De esta manera, Quiroz divide su obra en “Río Pirules”, “Hacienda El Mezquite”, “Casa de los Alfareros”, “Calle de los Ángeles”, “Panteón de la Cruz”, “Cerro del Muerto”, “Villa de las Aguas Calientes” y cierra con el poema “Virgen de la Asunción”, dedicado a la patrona católica de esta ciudad. No es casual la elección de los sitios que decide tener como titulo de los cantos que dividen a este extenso poema, porque son los lugares entrañables de la historia de su familia, de su propia historia personal y de su terruño que es precisamente Aguascalientes.

En este libro, las referencias de los lugares se mezclan con las experiencias del poeta, en su personal descripción al narrar en verso como “llegar hasta acá depende del sol. / Atravesar lo que antes era un llano de chilares rojos. / Andar / y subir con la ofrenda en los labios. / Y más / cuando se vislumbra el paso de los vientos rasposos. / Y más / cuando la vereda es un tramo de espinas resecas. / Y así, / más adelante, / es la luz de San Antonio que a lo lejos resplandece”.

Nos comparte su historia de familia y da voz con profundo sentido poético a personajes entrañables cuando expresa que “dice mi madre: / cuando en mil novecientos cincuenta y cuatro / perdí a mi primera hija; / las lágrimas me dolían / como un dolor / de lumbre, / la tranquilidad / y el amor se me fueron / y el odio lo sentía dormida / y despierta”.

En su libro, Juan Carlos Quiroz nos lleva del verso libre a la prosa poética sin perder en ningún momento su voz propia, su atmósfera propuesta y su sentido poético en el que ese canto no es solamente su pasado familiar, personal y su tierra, sino que de alguna manera es el canto a todas las familias aguascalentenses y a nuestro pasado desde lo más querido que es nuestra tierra, nuestro entorno.

En la presentación realizada el domingo pasado Armando Quiroz Benítez comentó a los futuros lectores de la obra que “este poemario está hecho con versos que respiran frescura, versos breves y contundentes que como pequeñas piezas van articulando el armado de una historia, de una cadena generacional que seguramente habrá de continuarse”, y añadió “el poeta no cae en la tentación de ser oscuro, lejos de ser confuso, su lenguaje es transparente y lúcido, dotado de las imágenes precisas y de la plasticidad poética que agrada al lector y que le hace experimentar el goce estético”.

En esa misma presentación, otros buenos amigos, María Eugenia García García y Rafael Ladislao Juárez realizaron una intervención musical en la que interpretaron temas como “Mi terruño”, “El muchacho alegre”, “La prieta linda” y “La bruja” que remiten al pasado de la familia del autor, siendo un evento emotivo por la manera en que lograron unir la música, los poemas y losa comentarios sobre la obra que era presentada.

Vale la pena comentar que “Cuaderno de Epifanía” abre con un texto de presentación del poeta Efraín Bartolomé quien expresa sobre la obra que ahí “bajo los árboles del Río Pirules, una mujer y un hombre / se presienten. Una pareja se une después de intuirse, de buscarse, de acecharse y, una vez unidos, esa mujer y ese hombre vieron el panorama y se dijeron: Esta tierra se ve buena para fincar, para levantar unos muros al lado del arroyuelo y edificar una casa con puertas bien labradas”.

Por la calidad de la obra, por la bella y bien cuidada edición impresa del libro en el que felicito la labor de Rocío Castro, Isabel Rosales y Wilfrido Salazar del IMAC, es que recomiendo su lectura de este libro que por cierto es de distribución gratuita. Más que una historia de familia, es nuestra historia.

Considero que un poema debe tener entre sus principales características la honestidad del autor para mostrar su realidad y mostrarse a través del canto que debe de ser bello, estético, que de ser posible y así lo pienso, sea una revelación y una provocación para los lectores. Hacer un libro de poemas en el que se canta a la historia familiar no es nada fácil, es descubrirse ante sí y ante los demás, es una acción que permite al poeta reconocerse desde sus orígenes y su entorno.

Por eso celebro la publicación del libro “Cuaderno de la epifanía” de mi amigo poeta Juan Carlos Quiroz, editado por el Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura (IMAC) y presentado el domingo pasado en el marco de la 53 Feria del Libro de Aguascalientes realizada en el Museo Descubre de esta ciudad.

Juan Carlos Quiroz es mi amigo desde hace unas tres décadas, es un poeta aguascalentense con enorme talento, sencillez en el trato y una generosa vocación de formador de escritores a través de talleres de creación literaria que ha coordinado desde hace muchos años.

Entre sus obras publicadas recuerdo “Tauromaquia”, “Crónica de navegación (los demonios)”, “Versos para morir despacio”, “Adán y Eva”, “Elegía en azul” (en coautoría con Víctor Sandoval y Juan Gelman), así como “Parábola y Primer misterio”. Entre sus proyectos de poesía y grabado se destacan “Las violetas” (en coautoría con José Luis Cuevas), “Cariconella” (en coautoría con Leonel Maciel) y “Ciudad, ciudad, ciudad” (en coautoría con Paloma Torres), entre otros.

En “Cuaderno de epifanía”, el nuevo libro de poemas de Juan Carlos Quiroz, nos comparte en un poema de largo aliento dividido en varios cantos la historia de su familia, desde su bisabuelo, cuando se conocieron sus padres, así como la descripción de su entorno que es precisamente Aguascalientes.

De esta manera, Quiroz divide su obra en “Río Pirules”, “Hacienda El Mezquite”, “Casa de los Alfareros”, “Calle de los Ángeles”, “Panteón de la Cruz”, “Cerro del Muerto”, “Villa de las Aguas Calientes” y cierra con el poema “Virgen de la Asunción”, dedicado a la patrona católica de esta ciudad. No es casual la elección de los sitios que decide tener como titulo de los cantos que dividen a este extenso poema, porque son los lugares entrañables de la historia de su familia, de su propia historia personal y de su terruño que es precisamente Aguascalientes.

En este libro, las referencias de los lugares se mezclan con las experiencias del poeta, en su personal descripción al narrar en verso como “llegar hasta acá depende del sol. / Atravesar lo que antes era un llano de chilares rojos. / Andar / y subir con la ofrenda en los labios. / Y más / cuando se vislumbra el paso de los vientos rasposos. / Y más / cuando la vereda es un tramo de espinas resecas. / Y así, / más adelante, / es la luz de San Antonio que a lo lejos resplandece”.

Nos comparte su historia de familia y da voz con profundo sentido poético a personajes entrañables cuando expresa que “dice mi madre: / cuando en mil novecientos cincuenta y cuatro / perdí a mi primera hija; / las lágrimas me dolían / como un dolor / de lumbre, / la tranquilidad / y el amor se me fueron / y el odio lo sentía dormida / y despierta”.

En su libro, Juan Carlos Quiroz nos lleva del verso libre a la prosa poética sin perder en ningún momento su voz propia, su atmósfera propuesta y su sentido poético en el que ese canto no es solamente su pasado familiar, personal y su tierra, sino que de alguna manera es el canto a todas las familias aguascalentenses y a nuestro pasado desde lo más querido que es nuestra tierra, nuestro entorno.

En la presentación realizada el domingo pasado Armando Quiroz Benítez comentó a los futuros lectores de la obra que “este poemario está hecho con versos que respiran frescura, versos breves y contundentes que como pequeñas piezas van articulando el armado de una historia, de una cadena generacional que seguramente habrá de continuarse”, y añadió “el poeta no cae en la tentación de ser oscuro, lejos de ser confuso, su lenguaje es transparente y lúcido, dotado de las imágenes precisas y de la plasticidad poética que agrada al lector y que le hace experimentar el goce estético”.

En esa misma presentación, otros buenos amigos, María Eugenia García García y Rafael Ladislao Juárez realizaron una intervención musical en la que interpretaron temas como “Mi terruño”, “El muchacho alegre”, “La prieta linda” y “La bruja” que remiten al pasado de la familia del autor, siendo un evento emotivo por la manera en que lograron unir la música, los poemas y losa comentarios sobre la obra que era presentada.

Vale la pena comentar que “Cuaderno de Epifanía” abre con un texto de presentación del poeta Efraín Bartolomé quien expresa sobre la obra que ahí “bajo los árboles del Río Pirules, una mujer y un hombre / se presienten. Una pareja se une después de intuirse, de buscarse, de acecharse y, una vez unidos, esa mujer y ese hombre vieron el panorama y se dijeron: Esta tierra se ve buena para fincar, para levantar unos muros al lado del arroyuelo y edificar una casa con puertas bien labradas”.

Por la calidad de la obra, por la bella y bien cuidada edición impresa del libro en el que felicito la labor de Rocío Castro, Isabel Rosales y Wilfrido Salazar del IMAC, es que recomiendo su lectura de este libro que por cierto es de distribución gratuita. Más que una historia de familia, es nuestra historia.