/ martes 24 de mayo de 2022

Academia y Política… ¿Sectores Compatibles?

El recién pasado domingo, contamos con la visita en Aguascalientes del gobernador del estado de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, con la finalidad de acompañar a la candidata a la gubernatura Nora Ruvalcaba. En pocas ocasiones, se nos presentan oportunidades de disfrutar conversaciones amenas e ilustrativas, con referentes que les acredita una solidad autoridad moral.

Fue un diálogo en el que predominaron coincidencias con temas de perspectiva de bienestar y de paz, desde una óptica de la columna vertebral de un gobierno, la política educativa.

Coincidencias que construyen en la transformación deseada, aunque alejadas de una realidad que hoy por hoy nos toca vivir. La animosidad permanece. Escenarios y protagonistas, sobran.

El gobernador Rocha, de amplia trayectoria académica, escritor y político de las izquierdas mexicanas, de formación profesional normalista, consolida su vocación con una especialidad en ciencias de la educación. Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa y senador de la república, donde presidio la comisión de educación.

Con una filosofía de educador bien cimentada, en nuestra platica, no podían faltar temas educativos en política.

Entre otros temas a los que nos fue llevando la charla, fue la educación superior, en el que resaltaron: las inexplicables asignaciones presupuestales (trato diferenciado a los grupos de instituciones de educación superior públicas en el país, incluso de los centros de investigación), del abandono a las sugerencias de la productividad académica con impacto social a causa de las restricciones presupuestales o inadecuadas administraciones en gestión educativa, de la nula o difícil vinculación con sectores sociales y/o públicos, de los índices de cobertura, ingresos, reprobación, deserción o eficiencia terminal, de la infraestructura, o de la capacidad institucional de atender las necesidades e insumos en el proceso formativo, por mencionar alguno.

En nuestras coincidencias espontáneas, resalta la impostergable estrategia de implementar política educativa concurrente con la participación de los tres niveles de gobierno.

La experiencia, capacidad y seguridad con la que profundizábamos preocupaciones afines a la educación, resolvió mis dudas respecto a la compatibilidad o no de la academia con el quehacer público.

Algunas voces estiman riesgoso el binomio academia-política en el sentido de que se disipe la finalidad de la educación.

Academia y política son complementos que por no pocas explicaciones y en obviedad de espacio dejaremos para otro momento.

En todo caso, dicho binomio puede generar condiciones para atender la crisis de paz y bienestar en la que nos encontramos.

Escuchar a un gobernante aliado de la educación, salva el interés intrínseco que me produjo la alternancia de poder y el inicio de una transformación social que requerían nuestras instituciones aquel 2018 que por momentos he extraviado.

Nuestro sistema educativo, hoy más que siempre debe ser determinante para impulsar una educación para la paz y el conflicto.

Aparentemente estos términos resultan contradictorios, lo son en parte, en cuanto a la naturaleza y concepto fundamental de la educación para la paz; empero, la paz se basa en una educación para el conflicto.

En esquemas formativos, Xesus R. Jares sugiere que la educación para el conflicto a la que ha considerado también, educación para la desobediencia se enlaza con una crítica del conformismo en cuanto que renuncia al conflicto.

A decir del autor, la educación para el conflicto no puede dejar de “poner en cuestión la trama del conformismo, complicidad, obediencia, pasividad que asocian los individuos y los grupos a los aspectos más deletéreos y violentos de a sociedad en que vivimos (ejercito, cárceles, consumismo, monopolio informativo, destrucción del ambiente…) aprendiendo una confrontación critica a través de la cual se valoriza la capacidad creativa de soñar y realizar alternativas humanizantes”.

Históricamente la humanidad, registra innumerables datos en los que un grupo minoritario de personas controló a toda una sociedad (allí están los fenómenos nazi y fascista), en la que la propia sociedad mayoritaria, colaboran o eran cómplices.

No es un despropósito, ni menor a una falacia, decir que el estado de pasividad y conformismo se han promovido, entre otros medios: por “la educación”, que se sustenta en la obediencia a la autoridad paterna; el sistema educativo a través del maestro o; la del estamento religiosos (la iglesia).

El sistema educativo, es la política concurrente e ineludible en la agenda pública de los gobiernos.

El contexto que padecemos exige replantear el quehacer de educar y formar para la paz y conflictos.

¡Educación…valores que transforman!

El recién pasado domingo, contamos con la visita en Aguascalientes del gobernador del estado de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, con la finalidad de acompañar a la candidata a la gubernatura Nora Ruvalcaba. En pocas ocasiones, se nos presentan oportunidades de disfrutar conversaciones amenas e ilustrativas, con referentes que les acredita una solidad autoridad moral.

Fue un diálogo en el que predominaron coincidencias con temas de perspectiva de bienestar y de paz, desde una óptica de la columna vertebral de un gobierno, la política educativa.

Coincidencias que construyen en la transformación deseada, aunque alejadas de una realidad que hoy por hoy nos toca vivir. La animosidad permanece. Escenarios y protagonistas, sobran.

El gobernador Rocha, de amplia trayectoria académica, escritor y político de las izquierdas mexicanas, de formación profesional normalista, consolida su vocación con una especialidad en ciencias de la educación. Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa y senador de la república, donde presidio la comisión de educación.

Con una filosofía de educador bien cimentada, en nuestra platica, no podían faltar temas educativos en política.

Entre otros temas a los que nos fue llevando la charla, fue la educación superior, en el que resaltaron: las inexplicables asignaciones presupuestales (trato diferenciado a los grupos de instituciones de educación superior públicas en el país, incluso de los centros de investigación), del abandono a las sugerencias de la productividad académica con impacto social a causa de las restricciones presupuestales o inadecuadas administraciones en gestión educativa, de la nula o difícil vinculación con sectores sociales y/o públicos, de los índices de cobertura, ingresos, reprobación, deserción o eficiencia terminal, de la infraestructura, o de la capacidad institucional de atender las necesidades e insumos en el proceso formativo, por mencionar alguno.

En nuestras coincidencias espontáneas, resalta la impostergable estrategia de implementar política educativa concurrente con la participación de los tres niveles de gobierno.

La experiencia, capacidad y seguridad con la que profundizábamos preocupaciones afines a la educación, resolvió mis dudas respecto a la compatibilidad o no de la academia con el quehacer público.

Algunas voces estiman riesgoso el binomio academia-política en el sentido de que se disipe la finalidad de la educación.

Academia y política son complementos que por no pocas explicaciones y en obviedad de espacio dejaremos para otro momento.

En todo caso, dicho binomio puede generar condiciones para atender la crisis de paz y bienestar en la que nos encontramos.

Escuchar a un gobernante aliado de la educación, salva el interés intrínseco que me produjo la alternancia de poder y el inicio de una transformación social que requerían nuestras instituciones aquel 2018 que por momentos he extraviado.

Nuestro sistema educativo, hoy más que siempre debe ser determinante para impulsar una educación para la paz y el conflicto.

Aparentemente estos términos resultan contradictorios, lo son en parte, en cuanto a la naturaleza y concepto fundamental de la educación para la paz; empero, la paz se basa en una educación para el conflicto.

En esquemas formativos, Xesus R. Jares sugiere que la educación para el conflicto a la que ha considerado también, educación para la desobediencia se enlaza con una crítica del conformismo en cuanto que renuncia al conflicto.

A decir del autor, la educación para el conflicto no puede dejar de “poner en cuestión la trama del conformismo, complicidad, obediencia, pasividad que asocian los individuos y los grupos a los aspectos más deletéreos y violentos de a sociedad en que vivimos (ejercito, cárceles, consumismo, monopolio informativo, destrucción del ambiente…) aprendiendo una confrontación critica a través de la cual se valoriza la capacidad creativa de soñar y realizar alternativas humanizantes”.

Históricamente la humanidad, registra innumerables datos en los que un grupo minoritario de personas controló a toda una sociedad (allí están los fenómenos nazi y fascista), en la que la propia sociedad mayoritaria, colaboran o eran cómplices.

No es un despropósito, ni menor a una falacia, decir que el estado de pasividad y conformismo se han promovido, entre otros medios: por “la educación”, que se sustenta en la obediencia a la autoridad paterna; el sistema educativo a través del maestro o; la del estamento religiosos (la iglesia).

El sistema educativo, es la política concurrente e ineludible en la agenda pública de los gobiernos.

El contexto que padecemos exige replantear el quehacer de educar y formar para la paz y conflictos.

¡Educación…valores que transforman!